en la tormenta de polvo

hostiles van las botas por la playa
tras las pisadas de pata de cabra

una pausa para tragar el humo
y desechar el oxígeno

acá las cosas son distintas
el color del cielo es otro
el idioma de la gente es confuso
el ambiente conduce al error
aquí es donde Dios hace sus experimentos
entre los barriles de plutonio
aquí mandó Él a su Adán bastardo
a negociar con el Diablo
a buscar a Eva en la tormenta de polvo

hostiles van las botas por la playa
siguiendo las huellas de ella

enfermedad de la guagüita de goma

Voces aparecen por el reverso de la página de la revista Cosas
Voces cosméticas, aplastadas desde algún momento de los años 80
Olor a depilación, ¡huac!
Dentro de mi cráneo mi cerebro vomita una pequeña gomita con forma de guagüita

Y salgo de la consulta sin haber sido atendido
Consternado

La guagüita va bailando en mi cabeza
Causando náuseas, moviendo el bote
Hace fuerza la cagá con sus pisoteos de hawaiana
Sobre los flotadores en mi cerebelo
Anda por todos lados
El dolor es insoportable

Así que mi cerebro activa su mecanismo de defensa
Y secreta una sustancia secreta de abrigo y sombrero y metralleta
Un diminuto hombre invisible, de incógnito

Es difícil imaginarse algo más inútil

La guagua lo identifica rápidamente
Y le lanza una patada elástica que recorre la región occipital
Y alcanza al pequeño detective en el centro de su cara
Haciéndolo evaporarse y adueñándose de la situación
Para siempre



…niños pueblan mis pensamientos;ya no vivo, ya no siento…

el diablo sobre el mar

el diablo iba
volando sobre el mar
volando sobre el mar
a 60 kilómetros por hora

sobre el mar el diablo hizo una pirueta
sosteniendo su bandera blanca
en señal de renuncia
renunciando a la existencia
el diablo hizo una pirueta

las olas abajo en el suelo
a 60 kilómetros por hora
la brisa en la cara

el diablo hizo una pirueta más
a bordo de sus alas de murciélago
una más, una más
girando
su corazón cayó al agua
como un teléfono plástico
y el mundo explotó.


- ¿aló?
- sí
- hola, soy yo.

ahora, un caballo

Un caballo de pecho rojo se sumergió en tu taza de café
Exactamente como una sorpresa
El ruido del tiempo no pudo comprender tal irrupción
Y se descompuso en una bandada de loros con los ojos vendados
Escapando, palpitando como un cardumen de moscas
Y tu taza de café quedó prácticamente vacía
Con el pequeño caballo acostado de lado en el fondo húmedo
Respirando aparatosamente, como llorando
Moviendo una de sus patas delanteras por la charca que había quedado
Luego del piquero, al fondo de la taza blanca
Haciendo ondas en ese centímetro cúbico de agua
Moviendo su manito en señal de despedida, de abajo a arriba
Para, luego de un minuto, expirar.