En el rubro del insomnio
Estoy en el rubro del insomnio.
Me levanto en la mitad de la noche
y realizo mi trabajo
sonámbulo.
En mi subconciente
está mi cubículo:
un computador,
un teléfono,
crucigramas,
radiografías
y bolas disco.
4 de la mañana,
recién despertando.
Me pongo mi corbata
y me vuelvo a acostar.
Por la ciudad de las sábanas
voy apurado,
tomando café,
chocando con almohadas
y gente rellena
de plumas.
Llego a la oficina,
cierro la puerta,
me saco el sombrero,
y lo cuelgo en la antena del televisor.
Sintonizo el canal de los telescopios;
globos oculares que miran al cielo
desde la mitad del desierto
con signos de interrogación
en sus pupilas que giran.
Quito el tapón
del televisor
y el espiral me absorbe.
Estoy en el rubro del insomnio.
Me levanto en la mitad de la noche
y realizo mi trabajo.
En mi subconciente
está mi cubículo:
un computador,
un teléfono,
un proyector de diapositivas
y una máquina que hace burbujas.
Me levanto en la mitad de la noche
y realizo mi trabajo
sonámbulo.
En mi subconciente
está mi cubículo:
un computador,
un teléfono,
crucigramas,
radiografías
y bolas disco.
4 de la mañana,
recién despertando.
Me pongo mi corbata
y me vuelvo a acostar.
Por la ciudad de las sábanas
voy apurado,
tomando café,
chocando con almohadas
y gente rellena
de plumas.
Llego a la oficina,
cierro la puerta,
me saco el sombrero,
y lo cuelgo en la antena del televisor.
Sintonizo el canal de los telescopios;
globos oculares que miran al cielo
desde la mitad del desierto
con signos de interrogación
en sus pupilas que giran.
Quito el tapón
del televisor
y el espiral me absorbe.
Estoy en el rubro del insomnio.
Me levanto en la mitad de la noche
y realizo mi trabajo.
En mi subconciente
está mi cubículo:
un computador,
un teléfono,
un proyector de diapositivas
y una máquina que hace burbujas.
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