El Viejo Pascuero en el Parque Forestal

El Viejo Pascuero hablándole a los ojos en las ramas del árbol,
Que se asoman de igual forma que en las colas de los pavos reales
Ahí está el Viejo Pascuero hablándoles en silencio, tiritando, muerto de miedo
Castañueleando sus dientes, perdiendo la cordura

Enjuagando los sentidos en el azul y negro de una noche oscura
Casi invisible, a los pies de un árbol a las 3 de la mañana un martes en el Parque Forestal
Siendo observado por los ojos que se asoman entre las ramas como en la cola de un pavo real

El viento es terrible,
Lento y frío, como proveniente directamente del cementerio
O del aeropuerto antiguo,
Maquinal y sucio, como exhalado por el Mapocho
El viento es terrible, pero peor es el silencio,
Ese silencio poblado por billones de fantasmas santiaguinos,
Tantos que pasan a ser una sola masa
De risas y llantos en chileno ajeno
Y pasto y piedras que ya no vemos
Y que golpean en cosquilleos la cara y la barba del pobre Viejo Pascuero

Ay, ay, ay, el aire, el cielo, el suelo,
Todo baila nauseabundo blasfemando en contra de los buenos recuerdos
Y en un grito centrífugo el Viejo Pascuero pierde la cordura, definitivamente
Y se va a meter al Museo de Bellas Artes
¿Por dónde? Por la chimenea, por supuesto
Desciende lentamente, tosiendo el hollín y las pulgas y los guarenes,
Con su bolsa roja bajo la manga,
Empieza a meter adentro los cuadros y las esculturas
Y las instalaciones y las “performance”
Hasta que suena la alarma

El viejo empieza a correr y correr,
Pero es alcanzado por una bala,
Una bala proveniente de una estatua,
Una bala de plata, pintada roja y blanca.
La estatua sonríe desde su lugar en una esquina
-Feliz navidad – le dice al Viejo Pascuero,
Que se revuelca y se desangra en el frío suelo del Museo
Mientras las estatuas y los fantasmas y el viento del Mapocho y los ojos en el árbol ríen felices (jo, jo, jo)